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domingo, 5 de agosto de 2012

ME DARÍA VERGÜENZA.

Me daría vergüenza encarar a mi pueblo, por la confianza que un día me brindo con su valiosísimo voto, habiéndolo yo defraudado elevando mas la carga sobre sus espaldas.
Me daría vergüenza entrar a la iglesia, arrodillarme a sabiendas que defraudo al erario público, que le robo a mi prójimo y que exploto a mis trabajadores.
Me daría vergüenza el sentarme a disfrutar los alimentos en la mesa con mi familia, conociendo que allá afuera existe más pobreza y gente desamparada por mí causa.
Me daría vergüenza el considerarme un político de altura, que me abran la puerta del automóvil que sale del bolsillo de mi pueblo y que no defienda sus derechos y oportunidades por igual.
Me daría vergüenza el vestir trajes finísimos, reloj y pulsera que viene del dinero que los ciudadanos, brindándome la confianza de cuidar los patrimonios del estado y devolvérselos en obras.
Me daría vergüenza lanzar discursos que mas salen de la boca de la avaricia, la codicia y la ambición de poder y dinero, para engañar a todos aquellos que con surcos en la frente de tanto trabajo, todavía creen en mí.
Me daría vergüenza acostarme por las noches y descansar como niño, a sabiendas que durante el día solo hice tareas para el partido y no para mi país.
Me daría vergüenza escribir artículos que sean dictados por otros que emergen de una mente inmoral, o en el peor de los casos que sean letras inventadas a mi favor y de quienes se lucran de párrafos editoriales que apuñalan a los desvalidos.
Me daría vergüenza considerarme empresario exitoso, cuando mi patrimonio se forjo con sudor y sacrificio de otros, a los cuales ni conozco.
Me daría vergüenza pararme detrás de un pulpito predicando la palabra de Dios y después sentarme a planificar arremetidas contra los pobres.
Me daría vergüenza recibir un premio por los éxitos de mi carrera cuando proviene de los idolatras llamados amansa fortunas.
Me daría vergüenza denominarme revolucionario haciéndole creer a mis seguidores que si valió la pena la sangre derramada de mis compañeras en las colinas, cuando mis hechos me hacen ver como los nuevos empresarios.
Me daría vergüenza el haber planificado una farsa de solidaridad desde una trinchera llamada periodismo, para después saquear las arcas de mi país.
Me daría vergüenza el sentarme gustosamente e hipócritamente hoy, con todos aquellos a los cuales un día ataque y señale de quitarle al país sus logros, metas y desarrollo.
Me daría vergüenza el querer callar a mi conciencia por un puñado de dólares, que me convierten en todo, menos en prójimo.
Me daría vergüenza ser quien calla al ver tantas injusticias y guardármelas en lo secreto, porque prevalecen más mis intereses.
Me daría vergüenza abrazar a mi madre, a mi padre o a mis hijos, cuando detrás de mi existe la traición contra mis hermanos llamados ciudadanos salvadoreños.
Me daría vergüenza el sentirme doblemente culpable de apadrinar gastos, despilfarro y aprovechamiento de especies que bien podrían menguar el hambre de miles.
Me daría vergüenza el llamarme ciudadano salvadoreño porque renuncie a mis deberes y obligaciones, tan solo porque apareció la tentación y no tuve o no quise, mantenerme fiel a mis principios.
Me daría vergüenza el tener en exceso y que este haya sido conseguido con astucia pisoteando a quien se puso por enfrente, sin tener compasión ni misericordia porque primero, segundo y tercero fui siempre yo.
Me daría vergüenza irme de viaje, comprar con abundancia hasta la gula, cuando ese dinero proviene del descuento de millones de trabajadores que día con día solo viajan en bus.
Me daría vergüenza entrar a mi despacho con aire acondicionado, con muebles de primera y personal a mi servicio, cuando allá afuera existe un sol abrazador que pudre la piel de los más pobres.
Me daría vergüenza estrechar manos de mandatarios o lideres de primera que como yo vestimos trajes de gala y guarda espaldas, pero que nuestras obras solo se quedan en discursos que otros escriben.
Me daría vergüenza considerarme profesional, académico o intelectual cuando mi titulo un día se lo compre al diablo, el señor del dinero.
Me daría vergüenza rodearme de docenas de personas que me admiran porque mi puesto impone respeto y reverencia, pero que sus miradas impregnan mis espaldas de desprecio e indignación por ser como soy.
Pero me sentiría mas asqueado a la hora de mi muerte, al saber que todo lo que conseguí como metas, fue en base a engaño, truhanerías, perversidades, habiéndome llevado a medio mundo por delante.

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